domingo, 24 de noviembre de 2013


Siéntate, voy a contarte una historia. ¿Sabes esas noches de luna llena? Si, esas mismas, esas en la que la luna sirve de lámpara. Esta historia empieza una noche de luna llena. Si no recuerdo mal era Mayo, o Marzo, no se el caso es que el mes empezaba por M.

Su nombre también empezaba con M o eso decía, nunca me dijo como se llamaba, me dirijía a ella como M, me gustaba imaginar cual podría ser su nombre ¿Marta? ¿Marina? o ¿Maria? Pero mi preferido era Marlene, me gustaba pensar que se llamaba así. 

Aquella noche de luna llena conocí a Marlene. Estaba en aquel bar al que solía ir a escribir por las tardes. Ese día se me hizo muy tarde. Cuando me quise dar cuenta eran las 22.00. Levante la vista y la vi. Con esos zapatos de charol negro que tanto le gustaban, y un abrigo color avellana como sus ojos.  
Entro muy deprisa al bar y se sento al lado de la ventana.  Llevaba los labios pintados de rojo y los ojos negros. Recogí mis cosas y me senté a su lado. 

- Hola.
- Hola- esa fue la primera vez que me sonrió
- ¿Como te llamas?
- M. Y no trates de averiguar mas, y no, no quiero saber tu nombre. Y si, puedes pedirme un cafe, con leche por favor.

Esa desfachatez me enamoró desde un principio. También me enamoró esa punto misterioso que la rodeaba. Tras invitarla al café, se fue como había venido.  No volví a verla en una semana. Cada día me quedaba hasta tarde en el café esperando a que llegará, día tras día sin darme por vencido. A la semana apareció. Llevaba los mismos zapatos y el mismo pintalabios, se sentó en el mismo sitio junto a la ventana. No me atreví a acercarme. Después de esperarla cada tarde no me atreví a decirla nada. Note que me miraba pero me quede en mi sitio escribiendo como si no me hubiera dado cuenta de que estaba allí. Se acerco a la barra y pidió un cafe con leche. En lugar de volver a su sitio se sento en la silla de al lado mia.

- No vas a decirme hola. - Soltó una sonora carcajada. Quede fascinado con su risa. Al reirse se le veian los dientes perfectamente alineados y blancos.
- Hola
- ¿Ya está? ¿Nada más? Has estado una semana esperando y solo me dices hola.
- ¿Que tal?
- No voy a contestar a eso. Y no es que sea borde o una descarada. Es que que este bien o mal es irrelevante, preguntar eso es como decir que no tienes nada mejor que decir.
- Lo siento
- Oh no lo sientas, al contrario me hace incluso gracia. No se si me explico, eres muy convencional. 


Que me llamase convencional, bueno no me sentó muy bien. Baje la cabeza y seguí escribiendo. Tal
vez M tuviera razón, tal vez yo fuera muy convencional. Aquel día M se fue muy pronto, nada mas acabar su café, ese día no dijimos nada más, pero al día siguiente volvió a venir y al siguiente también. La llegue a conocer mejor que a mi mismo. Le gustaba la música y el café, le gustaba la luna, y los lunares. El negro era su color favorito y ¡Dios! Que bien le sentaba. Era distinta. Era distinta a la gente distinta.

Recuerdo que un día llego especialmente pronto, nunca llegaba antes de las 21:00, pero ese día llego a las 18:00. Solía decir que el día era para estar en casa tomando café y la noche para salir a tomar café. Aquel día que llego pronto no se sentó, me cogió de la mano y salio corriendo. Corrimos durante horas, bueno tal vez no tanto pero tras mucho correr llegamos a un parque, se veía toda la ciudad. Había un pequeño banco donde nos sentamos a ver atardecer. Derepente sacó una navaja y escribio ≤≤ M y el chico sin nombre>>. Y se puso a gritar. Y yo con ella. 

Después de eso no la volví a ver, quien sabe que fue de la misteriosa Marlene o Maria o Marta. Nunca volvió a aparecer por el bar. 

¿Por qué os cuento la historia de M? Por un motivo muy simple. Hoy he vuelto a ir allí donde solíamos gritar.

No hay comentarios:

Publicar un comentario