10
de septiembre.
A ti, mi pequeño gran error:
Es
una melodía sin acabar. Pero desde luego es lo mejor que he
compuesto en mucho tiempo. Las notas salen solas de mi cabeza hasta
la partitura y de la partitura a las notas del piano. Me encanta la
forma en la que mis pequeños dedos juegan con las teclas del piano,
como viejos amigos que se saludan después de mucho tiempo. Desde
luego la música es lo único que me queda después de todo. Siempre
nos quedará París dijimos rememorando una frase de la primera
película que vimos juntos. Pero no nos queda París, ni siquiera
llegamos a ir a París. Tampoco nos queda ninguna otra ciudad, ni
ningún sitio, lo nuestro no es mas que un recuerdo fantasma. Pero
querido Mark, queramos o no estamos hechos de recuerdos y nos
acompañaran allá a donde vayamos, es algo que he aprendido un poco
tarde. De nada me ha servido irme lejos, huir de ti, huir de mi, de
nosotros. No me ha servido de nada porque sigues conmigo en mi cabeza
y en mi corazón. Tal vez tenga que aprender a vivir sin ti, como
quien aprende a andar o a hablar.
Apoyo
la cabeza en el piano no muy bruscamente pero tampoco con cuidado, no
quiero hacerme daño pero quiero hacérmelo. Es como contigo no
quiero olvidarte pero quiero hacerlo.
En
parte odio la forma en la que me fui, sin decirte adiós. Pero era lo
mejor, para los dos ahora duele Mark, se que te duele, probablemente
tanto como me duele a mi, pero me olvidarás y te olvidaré. Estoy en
Londres, Mark ¿recuerdas cuando decías que viviríamos aquí? Ahora
vivo aquí, pero sin ti. La ciudad es enorme, mucho mas grande que
Madrid. Madrid no es nada comparado con Londres.
No
se que estoy haciendo aquí. Tengo miedo Mark. Tengo miedo porque no
estas aquí. ¿Quién me va a abrazar en las noches de tormenta?
Ahora pienso que irme fue un error, el mayor error de mi vida, pero
es lo mejor, no dejo de repetírmelo una y otra vez: esta bien,
esta bien, así esta mejor. Pero
no sabes lo que me esta costando Mark, no lo sabes.
Pero tu siempre preferiste el té y yo siempre he sido mas de café. Tu eras las teclas negras del piano y yo era las blancas. Tu siempre fuiste radiante como el día yo sombría como la noche. Nunca llegamos a congeniar pero nos esforzamos, y Mark al amor no se le puede forzar.
Ana.
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